Eduardo Torroja
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Eduardo Torroja

Eduardo Torroja – España (1899 – 1961)

La de Eduardo Torroja (1899-1961) es otra de esas figuras insignes con que el destino regala a la sociedad de que forma parte sólo de vez en cuando: un genio. Sin embargo, es preciso hacer un esfuerzo de humildad y de reconocimiento hacia estas figuras, a quienes no acuden las musas de manera gratuita, sino tras un ímprobo, tenaz e inteligente esfuerzo intelectual. Ese era el caso de Eduardo Torroja, “discípulo aventajado” de José Eugenio Ribera, introductor en España de la patente Hennebique. Torroja, que destacó como proyectista, como investigador, como docente y como autor de normativa técnica, no hacía concesiones a la improvisación. Lo que salía de su cabeza era el fruto maduro de una profunda meditación, del conocimiento preciso del enunciado del problema y de las condiciones de contorno, así como del estudio de diferentes posibilidades o alternativas.
La actividad de Torroja abarca todas las tipologías estructurales, distinguiéndose en algunas de ellas de forma especialmente brillante y pionera. Es el caso de las estructuras laminares. Desbrozados los aspectos teóricos por coetáneos suyos como Dischinger, Bauersfeld (figura 2) y por él mismo (Torroja tenía una muy fuerte educación en matemáticas y geometría), se lanza al proyecto y la construcción de estructuras como el mercado de Algeciras (figura 1, de una esbeltez escalofriante. Torroja sabe que el éxito de este tipo de estructuras radica en la materialización de unas correctas condiciones de contorno, que concreta en el anillo octogonal de arranques (con tirantes que impiden la transmisión de fuerzas horizontales a los pilares) y en la disposición de voladizos que aseguren lo antes posible el anhelado estado membrana de la estructura de cubierta.

Figura 1. Cubierta del mercado de Algeciras (1933). Superado el record del Panteón de Roma en 1912 en la Sala del Centenario de Breslau, es Torroja quien supera el record (47,6 m de luz, frente a los 44 del Panteón) de cúpula continua en modo membrana con óculo abierto y un espesor de sólo 8 cm, equiparable a la cáscara de huevo.

Como se verá al hablar del pretensado, una de las primeras obras de Torroja fue el acueducto sobre el Tempul. Las circunstancias de obra le sugirieron la posibilidad de atirantar los tramos centrales, lo que equivale, en la práctica, a introducir un estado de compresiones longitudinales en el dintel y, de hecho, al pretensado. Sin embargo, Torroja declinó el honor que le han venido ofreciendo sus panegiristas, aún en vida el maestro, y atribuyó la genial invención a su colega Freyssinet, aduciendo que él buscaba otra cosa en el Tempul. Todo un detalle de honradez profesional.

Figura 2. Construcción del Planetario de Jena (Bauersfeld, 1924). El desarrollo de las estructuras geodésicas mediante triangulación de la superficie deseada dio una gran libertad a los proyectistas y constructores, en la medida en que la estructura metálica que constituía la malla auto-resistente servía también como auto-cimbra para la sujeción de los encofrados con los que se daba piel y corporeidad con hormigón a la estructura recién montada.

En 1935, en colaboración con arquitectos como Arniches y Domínguez, Torroja proyecta la estructura del Hipódromo de La Zarzuela (figura 3). La figura 4 muestra un croquis con el ingenioso esquema estructural previsto por Torroja: la parte posterior del voladizo sobre la tribuna sirve para cubrir el espacio interior del hipódromo y, para equilibrar la diferencia de pesos entre el exterior (parte izquierda) y el interior, introduce un tirante que, simultáneamente, sirve para recoger el peso de la lámina inferior que cubre el nivel de planta baja por su parte exterior.
Obsérvese también la forma de los pilares, de tanto mayor canto cuanto mayores son los momentos flectores solicitantes. Se trata de una ingeniosísima configuración estructural propia de quien posee un amplio bagaje de conocimientos estructurales, y de quien dedica muchas horas de racional estudio analítico de diferentes posibilidades estructurales y, elegida la mejor, de un trabajo fino de depuración de la opción elegida.


Figura 3. Hipódromo de La Zarzuela (Madrid, 1935). Ejemplo de cubierta en paraboloide hiperbólico, de espesor estricto, y de efecto estético indudablemente atractivo. Sin embargo, es posible que el espectador no sea consciente del ingenioso sistema estructural concebido por Torroja en conjunción con dos notables arquitectos de su tiempo.

Figura 4. Sucesivas versiones de la sección de la tribuna del hipódromo y su esquema resistente. Sabia disposición de masas y rigideces en equilibrio mutuo, resultado de un estudio profundo del comportamiento estructural.

En mayo del aciago año de 1936 concluye la construcción de otra obra señera de Eduardo Torroja: el frontón Recoletos en Madrid. Se trata, posiblemente, de su construcción más atrevida, basada en la disposición de dos láminas cilíndricas (“ala díptera” dicen los más redichos) cuya intersección genera un pliegue que permite movilizar la rigidez suficiente como para posibilitar el alarde de abrir unos huecos en celosía como se aprecia en la figura 5. El asombroso espacio interior quedaba, pues, cubierto sin más apoyo que el de los dos hastiales (uno de ellos es el que se observa al fondo de la misma figura 5).
El mismo Torroja escribió una Memoria explicativa del proceso de proyecto de la estructura, en la que presenta muchos aspectos de interés a los efectos de estas notas: por una parte, el estudio de alternativas, es decir, qué otras soluciones contempló para solventar el problema de salvar esa luz con la mínima cantidad de materiales y sin soportes intermedios (figura 6). Por otra parte, la Memoria contiene un análisis estructural riguroso y, para confirmar sus predicciones y la bondad del modelo, un estudio experimental (ensayo de un modelo a escala reducida, figura 7) para comprobar la veracidad de las hipótesis de partida y de los resultados analíticos obtenidos.

Figura 5. Vista interior del Frontón Recoletos, obra maestra de Eduardo Torroja, y una de sus estructuras más atrevidas desde el punto de vista ingenieril.


Figura 6. Diferentes soluciones ideadas por Torroja para la cubierta del frontón Recoletos. La ejecutada finalmente, sin duda la más original y atrevida, en hormigón, es la de la parte inferior derecha.

Figura 7. Ensayo de la cubierta del Frontón Recoletos a escala reducida.

Torroja tuvo que escribir esta Memoria en el exilio forzado por “esta hora trágica”, como él mismo escribió, que supuso el comienzo de la Guerra Civil en el Madrid revolucionario del verano de 1936. Durante aquellos horribles años de contienda fratricida, el frontón sufrió las consecuencias de los bombardeos sobre la capital y, poco después de la guerra, colapsó. A tan triste final dedicó también Torroja una parte de la referida Memoria, explicando el estado de deterioro estructural y las causas de la ruina final.
Torroja construyó con éxito el puente ferroviario de Martín-Gil, sobre el Esla, en Zamora (figura 8). La aportación de Torroja se centró en la definición de un proceso constructivo viable en un momento de extrema carencia de medios. Torroja empleó para su construcción un ingenioso y muy bien estudiado sistema de autocimbra ideada y utilizada por el ingeniero austro-húngaro Melan en 1892, consistente en una cimbra metálica que, envuelta por el hormigón, se convierte en armadura y hormigonado por roscas sucesivas, bien elegidas y en tiempos bien administrados.

Figura 8. Vistas del viaducto de Martín-Gil (1939) ejecutado mediante la técnica de la auto-cimbra en una época de penosas restricciones de materiales y medios constructivos, en un país devastado por la Guerra Civil, lo que obligaba a agudizar de manera especial el ingenio para dar con tipologías y soluciones constructivas extraordinariamente estrictas en materiales y medios.

El puente de Sandö, en Suecia, terminado en 1943 (figura 9), arrebató el cetro de los puentes arco de hormigón con más luz (264 m frente a 210) que, durante sólo tres años, ostentó el del Esla, pero siguió siendo el puente con autocimbra más importante del mundo.


Figura 9. Puente de Sandö, en Suecia (1943). Récord del mundo en luz durante decenios (264 m). Se trata de una de las estructuras más elegantes de la historia, en la que destaca la extraordinaria esbeltez de los fustes que descansan en el soberbio arco.

Eduardo Torroja es objeto de mención en estos apuntes también por otras razones. Fue investigador y fundador del Instituto de la Construcción y del Cemento, que ahora lleva su nombre. Consciente de las necesidades del país y de las enormes posibilidades que el cemento y sus derivados (el hormigón) tenían en un país como España, y de la buena calidad de los ingenieros y constructores, se lanzó a la aventura de formar investigadores que dieran soporte técnico a los avances que se registraban en el desarrollo de nuevos prototipos estructurales, técnicas constructivas y normativa. El Instituto ha sido un referente internacional en el ámbito de las estructuras de hormigón y de otros materiales estructurales.
Otra faceta del maestro fue la docente. Catedrático de la asignatura desde 1939 hasta su muerte (1961), Torroja fue el educador de una gran parte de los ingenieros de caminos que, desde los años 60, dotaron al país de las infraestructuras que necesitaba. Fue también catedrático de una deliciosa asignatura, “Tipología estructural”, para la que escribió uno de los libros técnicos más traducidos: “Razón y ser de los tipos estructurales” (The Philosophy of Structures en la traducción inglesa).
Menos conocida es otra aportación de Torroja a la Historia del Hormigón: la fundación o co-fundación en compañía de otros prohombres de la ingeniería y la arquitectura de la Asociación Técnica Española del Pretensado (1948), fundada para servir de foro de encuentro de los interesados en la nueva técnica del pretensado y divulgar también sus avances. Poco después (1953) participa en el nacimiento del Comité Europeo del Hormigón (CEB), en el ambiente paneuropeísta, reconciliador y superador de viejas heridas y dicotomías de los años siguientes al final de la Segunda Guerra Mundial. Esta asociación internacional sirvió también como punto de encuentro de los proyectistas, constructores e investigadores en el mundo del hormigón estructural, con el fin de ir creando un corpus doctrinal conjunto para Europa de los avances en el hormigón estructural. También fue co-fundador de la IASS (International Association for Shell and Spatial Structures) y de la FIP (Féderation Internationale de la Précontrainte).
No puede cerrarse esta semblanza de Eduardo Torroja sin citar su componente como “legislador” del hormigón, es decir, como autor del conjunto de recomendaciones y reglamentos que concentran el saber sobre el hormigón estructural y permiten que todos (proyectistas, propietarios y constructores) jueguen con las mismas reglas y procedimientos. Aunque España se incorporó tarde (1939) a esta tendencia, pues países como Alemania, Francia, Estados Unidos, Rusia, Austria, etc. disponían de este tipo de códigos desde la primera década del s. XX, la aportación de Torroja y otros colaboradores (merece ser destacado Páez entre ellos) fue tan importante que marcó la tendencia por la que discurre hoy día la normativa internacional en la materia, ampliando incluso su enfoque (el planteamiento de los “estados límite” para definir el marco de seguridad de las construcciones) hacia otros materiales (acero, fábrica, madera, etc.) y disciplinas (geotecnia, sistemas de diseño, etc.). La propuesta de Instrucción HA-62, publicada un año después de la muerte del maestro, marcó en España la pauta que seguirían las Instrucciones sucesivas, hasta la presente EHE.
Torroja murió en su despacho, trabajando, en el Instituto que lleva su nombre y es, asimismo, un interesante edificio pleno de detalles arquitectónicos y técnicos. Consciente de que una grave enfermedad le depararía la muerte en cualquier momento, escribió unas notas, dirigidas “a los que colaborasteis conmigo”, que ponen de manifiesto la enorme talla humana de este personaje.

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Personajes